Sabotajes desde Alemania occidental con apoyo de EEUU durante los primeros años de la Guerra Fría:
Cualquier cosa: desde delincuencia juvenil hasta terrorismo.
Intervenciones de la CIA en Alemania, década de 1950 (cap. 8 de Asesinando la esperanza, de William Blum)Durante un período de treinta años y dos guerras con Alemania, la URSS sufrió más de cuarenta millones de muertos y heridos, su tierra fue devastada y sus ciudades destruidas. Al final de la Segunda Guerra Mundial, los rusos no estaban muy bien dispuestos hacia el pueblo alemán. Teniendo que reconstruir su propio territorio, no colocaron la reconstrucción de Alemania entre sus prioridades.
Estados Unidos emergió de la guerra con pocas bajas relativamente y su territorio intacto. Estaba listo, deseoso y con posibilidad de asumir su mayor prioridad en Europa: la construcción de un dique anticomunista en el Occidente, en particular en la estratégica Alemania.
En 1945, el ex secretario de Estado Dean Acheson había escrito que la política norteamericana oficial era, de manera explícita, “hacer ver a los alemanes que no podían escapar del sufrimiento que ellos mismos se habían buscado [...] [y] controlar [la] economía alemana para [...] evitar que su nivel de vida fuese superior al de las naciones vecinas” (1). “Desde el inicio”, añadió Acheson, los funcionarios norteamericanos en Alemania consideraron que el plan “era impracticable” (2).
Acheson no explica qué había detrás de este pronóstico, pero su acierto se hizo visible pronto por tres razones diferentes: 1 ) compañías y líderes financieros norteamericanos influyentes, algunos de los cuales ocupaban posiciones de importancia en el Gobiemo, iban a establecer grandes intereses en la Alemania altamente industrializada (por lo general estos intereses venían desde antes de la guerra) y no iban a permitir que el país se hundiera porque algunos políticos, quisieran castigarlo; 2) una Alemania occidental revitalizada fue pronto vista como indispensable para combatir la influencia soviética en la parte oriental, si no en toda Europa del Este. Alemania occidental tenía que convertirse en “la vitrina de la democracia” —una prueba viviente y dramática de la superioridad del capitalismo sobre el socialismo—, y 3) en los círculos conservadores norteamericanos, y también en algunos liberales, donde se temía siempre la inminencia de una invasión soviética al resto de Europa, la idea de una Alemania con las manos atadas se acercaba peligrosamente a ser “blando con el comunismo”, si no algo peor. (3)
Dwight Eisenhower se hizo eco de esto último cuando escribió más tarde:
Si algunos funcionarios del gobierno de Roosevelt se hubieran salido con la suya, Alemania hubiera estado mucho peor, pues había quienes abogaban por inundar las minas del Ruhr, destruir las fábricas alemanas y reducir al país de una nación industrial a una nación agrícola. Harry Dexter White, que más tarde fue señalado por el Fiscal General Brownell como estrechamente vinculado a la red de espionaje soviético en nuestro gobierno [...] propuso exactamente eso. (4)
De esta forma la desindustrialización de Alemania occidental corrió la misma suerte que su desmilitarización en los años siguientes, pues EE.UU. le facilitó una asistencia económica masiva: cuatro mil millones de dólares del Plan Marshall y un ejército de expertos técnicos e industriales.
Al mismo tiempo, la URSS estaba extrayendo asistencia económica masiva de Alemania oriental. Los soviéticos desmantelaron y trasladaron fábricas enteras con grandes volúmenes de equipamiento y maquinaria, y miles de kilómetros de vías férreas. Si se añaden a las compensaciones de guerra, la suma alcanza los miles de millones.
A principios de la década de 1950, aunque los servicios sociales, el empleo y la vida cultural en Alemania oriental estaban a la par, o por encima, de la occidental, este último sector tenía ventaja en las áreas más atractivas: salarios más altos, mejor comida, mayor disponibilidad de bienes de consumo y multitud de luces de neón iluminaban la noche a lo largo de Kurfürstendamm. Sin embargo, los guerreros fríos norteamericanos, al parecer descontentos con los tantos obtenidos en el juego, o con la idea de depender demasiado de la suerte, llevaron a cabo una cruda campaña de sabotaje y subversión contra Alemania oriental con el fin de arruinar su aparato económico y administrativo. La CIA y otros servicios militares y de inteligencia en Alemania occidental (con el apoyo ocasional de sus similares en la inteligencia británica y de la policía germano-occidental) reclutaron, equiparon, entrenaron y financiaron grupos de activistas e individuos tanto en el Este como en el Oeste. No era difícil encontrar reclutas para esta cruzada, pues en la Alemania de la postguerra, el anticomunismo había sobrevivido como el único rasgo respetable del nazismo.
Los grupos más activos, que tomaron el nombre de Grupos Combatientes contra la lnhumanidad, admitieron haber recibido apoyo financiero de la Fundación Ford y del Gobierno de Alemania occidental (5). Poco después, una revista en Berlín oriental publicó la copia de una carta de la Fundación Ford que confirmaba la entrega de un donativo de 150.000 dólares al Comité Nacional por una Europa Libre, “de modo que pudiesen, a su vez, dar ayuda a los activistas humanitarios de los Grupos Combatientes contra la Inhumanidad“ (6). A su vez, este Comité Nacional era una organización de la CIA que también dirigía Radio Europa Libre. (7)
La Asociación de Refugiados Políticos del Este y el Comité Investigador de Juristas por la Libertad en la Zona Soviética, eran otros dos grupos participantes en la campaña contra Alemania oriental. Las acciones que llevaron a cabo iban desde la delincuencia juvenil hasta el terrorismo, cualquier cosa que “hiciera lucir mal a los comunistas”. Llegaron a abarcar este notable registro (8):
- 1) Mediante explosivos, incendios, cortocircuitos y otros métodos dañaron plantas eléctricas, muelles, una presa, canales, edificios públicos, gasolineras, tiendas, una estación de radio, transportes públicos, etcétera.
2) Descarrilaron trenes de carga con graves lesiones de sus operarios, quemaron 12 vagones de uno de ellos y destruyeron las mangueras de aire de otros.
Volaron carreteras y puentes del ferrocarril; colocaron explosivos en el puente de la línea férrea Berlín-Moscú, pero esta vez fueron descubiertos a tiempo —hubieran muerto cientos de personas.
3) Usaron ácidos especiales para sabotear maquinaria industrial; pusieron arena en la turbina de una fábrica para detener la producción; incendiaron una planta de azulejos; promovieron descensos productivos en fábricas; robaron prototipos y muestras de innovaciones técnicas.
4) Causaron la muerte de 7.000 vacas de una cooperativa lechera al envenenar la cubierta de cera del cable utilizado para amarrar las pacas de heno.
5) Añadieron jabón a la leche en polvo destinada a las escuelas primarias.
6) Asaltaron y destrozaron oficinas de organizaciones de izquierda en Berlín oriental y occidental, robaron las listas de sus miembros, secuestraron y, a veces, asesinaron a personas vinculadas a ellas.
7) Dispersaron mítines políticos con bombas de gases malolientes.
8) Estaban en posesión, al ser arrestados, de una gran cantidad de cantaridina con la cual planeaban envenenar cigarrillos para asesinar a dirigentes de Alemania oriental.
9) lntentaron sabotear el Festival de la Juventud Mundial de Berlín mediante el envío de invitaciones falsificadas, falsas promesas de alojamiento y comida, cancelaciones falsas; llevaron a cabo ataques contra los participantes con explosivos, bombas incendiarias y equipo para pinchar neumáticos; también incendiaron un puente de madera en la principal vía que conducía al área del festival.
10) Falsificaron y distribuyeron grandes cantidades de tarjetas de racionamiento de comida —por ejemplo cupones para 60.000 libras de carne— a fin de crear confusión, carestía y descontento.
11) Enviaron notificaciones de impuestos y otras directivas gubernamentales falsas para fomentar la desorganización e ineficiencia en la industria y sindicatos.
12) Dieron considerable ayuda y cobertura a los alemanes orientales que escenificaron una revuelta el 17 de junio de junio de 1953; durante la misma y después, la emisora de radio estadounidense en Berlín occidental emitió programas incendiaros animando al pueblo a rebelarse contra el gobierno; esta misma emisora advirtió a los testigos, en al menos un caso criminal en Alemania oriental, cuyo juicio era monitoreado por el Comité Investigador de Juristas por la Libertad en la Zona Soviética, de que si mentían serían añadidos a los expedientes de esta organización.
Aunque varios cientos de agentes subversivos fueron capturados y juzgados en Alemania oriental, la facilidad con que iban y venían entre uno y otro sector, y lograban infiltrarse en diferentes empresas sin la barrera del idioma, dio a la CIA mayores oportunidades que en cualquier otro país de Europa del Este.
Durante toda la década, los alemanes orientales y la URSS se quejaron respectivamente ante la ONU y ante sus amigos en Occidente por estas actividades de sabotaje y espionaje. Y solicitaron el cierre de las oficinas en Alemania occidental que tenían responsabilidad en ellas, para lo cual dieron nombres y direcciones. Resultó inevitable que Alemania oriental comenzara a establecer controles más rígidos sobre la entrada al país desde Occidente.
Otra campaña debilitadora fue el reclutamiento de profesionales y técnicos competentes de Alemania oriental, lo que llevó a una severa crisis laboral y productiva allí, y a la construcción, en abril de 1961, del infame Muro de Berlín.
Mientras realizaban sus ataques comando sobre Alemania oriental, las autoridades norteamericanas y sus agentes alemanes parecían estar convencidos de que la URSS tenía deseos beligerantes hacia Alemania occidental; quizás un caso de proyección de manual de estudio. El 8 de octubre de 1952, el ministro-presidente del estado germano-occidental de Hesse, Georg August Zinn, reveló que EE.UU. había creado un ejército secreto civil en su estado con miras a resistir una invasión soviética.
Esta fuerza de entre 1.000 y 2.000 hombres pertenecía al llamado Servicio Técnico de la Federación de la Juventud Alemana, que fue caracterizada por el New York Times como “un grupo juvenil de derecha acusado con frecuencia de actividades extremistas” (una referencia a las tácticas terroristas antes descritas). Los incondicionales del Servicio Técnico no eran jóvenes, pues casi todos parecían tener entre 35 y 50 años, y la mayoría, según dijo Zinn, habían sido “oficiales de la Luftwaffe, la Wehrmacht y las SS”. Durante más de un año recibieron entrenamiento norteamericano en armas de infantería y explosivos, así como “instrucción política" en pequeños grupos en un lugar apartado en el campo y en una instalación militar norteamericana.
El ala de inteligencia del Servicio Técnico, según reveló el presidente del estado, había elaborado listas y fichas de personas que debían ser “sacadas del camino” cuando los tanques soviéticos se acercaran. Estos registros, que contenían descripciones detalladas e información personal íntima, concernían a unos 200 destacados socialdemócratas (incluido el propio Zinn), 15 comunistas y varios otros, a todos los cuales se consideraba “políticamente no fiables” y opuestos a la militarización germano-occidental. Al parecer, apoyar la coexistencia pacífica con la URSS era suficiente para la inclusión de alguien en esta lista, pues un hombre fue asesinado en el sitio de entrenamiento, acusado de ser un “propiciador del diálogo Este-Oeste”. Fue este crimen lo que llevó a la divulgación de toda la operación.
Los EE.UU. admitieron su papel en la creación y entrenamiento de este ejército guerrillero, pero negaron todo vínculo con las “actividades ilegales, internas y políticas” de la organización. Zinn informó que los norteamericanos habían conocido el complot en mayo y no habían disuelto el grupo hasta septiembre, el mismo mes en que las autoridades alemanas arrestaron a un buen número de sus dirigentes. En cierto momento, el director norteamericano de los entrenamientos, Sterling Garwood, había recibido “copias en papel carbón de las fichas de los expedientes“. Al parecer las autoridades estadounidenses no comunicaron nada sobre el asunto al Gobierno germano-occidental.
Los arrestados fueron rápidamente puestos en libertad, y EE.UU. impidió cualquier otra investigación en la zona norteamericana de la Alemania ocupada. Zinn comentó: “La única explicación legal para esta puesta en libertad puede ser que los miembros de la Corte Federal declararan que actuaron siguiendo órdenes norteamericanas“ (9).
Para aumentar la indignación, el líder nacional de los socialdemócratas acusó a EE.UU. de financiar un grupo de oposición para infiltrarse en su partido y debilitarlo. Erich Ollenhauer, cuyo nombre también figuraba en la lista del Servicio Técnico, dio a entender que las agencias “clandestinas” norteamericanas estaban detrás del complot a pesar de la desaprobación de altos funcionarios estadounidenses (10).
Las revelaciones acerca de este ejército secreto y su lista negra hicieron caer un alud de denuncias y el ridículo sobre los EE.UU. por parte de muchas organizaciones en Alemania occidental. En particular, al resentido pueblo alemán no se le escapó la ironía de que los norteamericanos estuviesen colaborando “con mano enguantada” con los ex nazis.
Esta operación en Alemania, según se conoció muchos años más tarde, era parte de una red mucho mayor —llamada Operación Gladio— creada por la CIA y otros servicios de inteligencia europeos, con ejércitos secretos similares en toda Europa occidental (ver la sección dedicada a la misma).
Notas del capítulo 8
(1) Dean Acheson: Present at the Creation: My Years in the State Department. New York, 1969, p. 260.
(2) Ibid.
(3) Para un mayor análisis acerca del fracaso de la desindustrialización, ver Richard J . Barnet: Allies: America, Europe and Japan since the War. Londres, 1984, pp. 33-39.
(4) Dwight Eisenhower: The White House Years: Mandate for Change, 1953-1956. New York, 1963, pp. 79-80.
(5) New York Times, 6 de noviembre de 1952, p. 3.
(6) Democratic German Report, 13 de febrero de 1953; ver más abajo explicación acerca de esta publicación.
(7) Victor Marchetti y John Marks: The CIA and the Cult of lntelligence. New York, 1975, p. 147.
(8) Acerca de la campaña de sabotaje y subversión, ver:
a) Democratic German Report, varios números desde 1952 hasta 1957 (consultar sus índices anuales bajo el acápite “Sabotaje”, “Espionaje”, etc.). Esta era una pequeña revista en inglés publicada quincenalmente en Berlín oriental por el británico John Peet, antiguo corresponsal jefe de la Agencia de Noticias Reuters en Berlín occidental.
b) Nation’s Bussiness (publicada por la Cámara de Comercio de EE.UU.), abril de 1952, pp. 25-27, 68-69, analiza muchas de las tácticas empleadas.
c) Sanche de Gramont: The Secret War. New York, 1963, pp. 479-480.
d) The New Yorker, 8 de septiembre de 1951, artículo sobre el Comité Investigador de Juristas Libres de la Zona Soviética.
e) The Nation, New York, 24 de junio de 1961, pp. 551-552.
f) Andrew Tully: CIA: The Inside Story. Fawcett, New York, 1962, pp. 133-134; acerca de las actividades de la CIA en relación con la revuelta alemana de junio de 1953.
g) Saturday Evening Post, 6 de noviembre de 1954, p. 64; hace referencia a los descarrilamientos de trenes promovidos por la CIA en Alemania oriental y la voladura de un puente ferroviario, así como de sabotajes a la producción en países de Europa del Este no especificados. Esto era parte de una serie sobre la CIA preparada en colaboración con la Agencia. Ver Jonathan Kwitny York: Endless Enemies: The Making of an Unfriendly World. New York, 1984, p. 165.
(9) Sobre armas secretas, listas de muerte, etc.:
a) Newsweek, 20 de octubre de 1952, p. 42.
b) New York Times, 9 de octubre de 1952, p. 8; 10 de octubre, p. 3, bajo el notable titulo “Saboteadores alemanes traicionan ‘la confianza de EE.UU’“, 12 de octubre, p. 14.
c) Der Spiegel (revista semanal germano-occidental), 15 de octubre de 1952, pp. 6-8.
d) Democratic German Report, 15 y 24 de octubre de 1952; 21 de noviembre de 1952.
(10) New York Times, l4 de octubre de 1952, p. 13.
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