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EntrarDOMINGO 25 DE ABRIL DE 1937
De las 00:00 a las 6:00 a.m. A unos 50 km. al sur de Gernika, más allá de las montañas, en Vitoria, el teniente coronel Wolfram, Freiherr Von Richthofen, daba, como de costumbre, antes de acostarse, una vuelta por el campo de aviación. Al hacerlo advirtió las primeras señales de un “cielo de bombardeo”. El aire cada vez era mas seco, la brisa era lo bastante fuerte como para despejar el humo de un objetivo, las nubes se estaban disolviendo hasta el punto de brindar la justa combinación de cobertura y visibilidad para sus pilotos. Igual que el, las tripulaciones de los aparatos habían sentido la frustración de largos períodos de mal tiempo que los obligaban a permanecer en tierra. Algunos pasaban sus horas en los burdeles de Vitoria. Otros se limitaban a beber los recios vinos y aguardientes de la zona.
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EntrarHE-51 y BF-109 en el campo de aviación de Vitoria (Muy probablemente el de Lakua).
Von Richthofen estaba orgulloso de su dominio de sí mismo. En parte por su instrucción, y también a causa de su naturaleza, evitaba manifestar emociones en público. Aunque en una ocasión sintió infinito malestar cuando un general español lo saludó dándole un beso en una mejilla, él consiguió ocultar lo que sentía.
El jefe de Estado Mayor de la Legión Cóndor tenía cuarenta y un años, doblando en edad a casi todos sus pilotos. Sin embargo, su nervio y habilidad en el vuelo hacían que pudiera compararse con los mejores de sus hombres. Sin ser alto, su aspecto era imponente: de fuertes músculos, ágil, con las reacciones rápidas de un cazador. A mucha gente lo recordaba a su primo Manfred, el as de la aviación alemana, que murió en la primera guerra mundial.
Von Richthofen había heredado de su padre sus ojos azules y labios fruncidos; su nariz respingona había sido una característica familiar durante 400 años. Sus fuertes piernas las había desarrollado de muchacho haciendo constante ejercicio físico en la finca que su familia poseía en Silesia. A pesar del calor que hacía en España, nunca dejaba de hacer por las mañanas sus ejercicios gimnásticos. Al final de cada día, daba un paseo entre los aviones y los acariciaba de igual modo que lo hacía con su esposa y su hijito cuando estaba en Alemania.
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EntrarVon Richthofen
No todas las fuerzas aéreas estaban concentradas en Vitoria. Unos 100 km. Al sudoeste, en Burgos, había tres escuadrillas de bombarderos Junker, los nuevos Heinkel-111 y los aparatos para misiones especiales, el Dornier-17. En Vitoria estaban los cazas: los HE-51, los todavía secretos ME(BF)-109 y cuatro bombarderos en picado Stuka, cuyo característico gimoteo producía un terror especial en sus víctimas que se hallaban en tierra. También, dispersos por el campo había HE-70 y HE-45. Finalmente había los dos W-34 de la Legión Cóndor, los cuales despegaban tanto de madrugada como en el crepúsculo para que sus tripulaciones pudieran estudiar la densidad de las nubes y la velocidad del viento. Los pronósticos metereológicos se basaban en estos vuelos.
Recientemente, los pronósticos metereológicos estaban fallando más de lo habitual, debido a los repentinos cambios de tiempo en la montañosa zona del norte peninsular. Los pilotos no solo culpaban a la tripulación encargada de los informes sobre el tiempo por sus erróneos pronósticos, sino incluso por ser responsables del mal tiempo. Era una señal del a frustración que todos sentían.
Ahora, hacia el norte, sobre las montañas, el cielo estaba lo suficientemente claro como para distinguir los árboles y los aparatos que estaban junto a ellos. Von Richthofen se detenía al lado de cada aparato, escuchando como la brisa susurraba entre los estays de alambre. No tenía ya la menor duda: el viento procedía del sur, una señal segura de que habría buen tiempo.
A cierta distancia de los aparatos, rodeado por una elevada valla, había un amplio recinto guardado por soldados españoles. Dentro estaban las bombas y las cajas de municiones, cubiertas con lona.
Continuando su paseo, Von Richthofen pasó junto a las tiendas en las que los mecánicos guardaban sus herramientas. El sorprendió una vez a un grupo de macánicos al decirles, punto por punto, lo que tenía que hacerse para desmontar un motor. Esto motivó que sintieran mayor respeto hacia el, pero nunca había conseguido ganar el afecto de sus hombres y oficiales... Von Richthofen estaba demasiado preocupado con los resultados como para llegar a tener nunca más que una relación superficial con los que mandaba.
Cuando era niño, se había divertido desmontando viejas máquinas de la granja. Mientras fue cadete en el Ejército prusiano, pasó gran parte de su tiempo solo, leyendo revistas técnicas. Después de volar con la escuadrilla de su primo Manfred, donde también voló Hermann Goering, al acabar la primera guerra mundial tuvo siete “muertos”. Algunos habían dicho que había derribado más aparatos enemigos de los que oficialmente se le habían reconocido, que el primo del Barón Rojo permitía que los atribuyeran a otros, para evitar cualquier acusación de nepotismo.
El teniente coronel Von Richthofen llegó a España con la Legión Cóndor en noviembre y fue nombrado jefe del estado mayor a comienzos de 1937. En los años sucesivos, su reputación igualaría a la de su primo, el Barón Rojo. A el se le atribuiría el perfeccionamiento de la blitzkrieg. Fue una táctica que aplicaría con despiadada eficacia en Francia, Yugoslavia, Grecia y Creta. Mas tarde conduciría una flota con más de 700 aparatos a Rusia, sembrando el terror en Sebastopol, Leningrado y Stalingrado. Fue promovido al empleo de mariscal de campo, llegando a ser colaborador directo de Hitler.
Pero cuando Von Richthofen terminaba su inspección de medianoche, en el campo de aviación de Vitoria, todo aquello aún estaba lejos. Pronto emplearía su ambición e inventiva para dar un paso principal hacia sus futuros éxitos: decidir el destino del centro espiritual y político del País Vasco.
Desde las 6:00 a.m. hasta el mediodía. A las 5,00 de la mañana, Von Richthofen saltó de la cama y realizó sus ejercicios gimnásticos matinales. Después se dio una ducha fría y se puso el uniforme caqui.
Desde su ventana, Von Richthofen observaba al piloto del avión de reconocimiento, que se acomodaba en su asiento de alto respaldo. Hasta aquel momento nada había perturbado la quietud del campo de aviación. Entonces, precisamente a las 7:30 de la mañana como cada día de esta campaña del Norte, se puso en marcha ruidosamente el motor del aparato. Una llama azulada surgió del tubo de escape, seguida de una especie de rugido cuando la hélice se puso en movimiento. El aparato empezó a rodar.
Repasó mentalmente todo lo que tenía que hacer el piloto. Levantar flaps, poner en marcha magnetos, fijación del tren de aterrizaje, comprobación del combustible y de los instrumentos. Una vez quitados los calzos y los frenos, el HE-45 se deslizó hasta el extremo de la pista, empezó a correr sobre la hierba y se elevó. Después de esto se dirigió al centro de operaciones de la Legión Cóndor, situado en el hotel Frontón de Vitoria. Entre los papeles enganchados en un panel había una orden firmada por el, con fecha 31 de marzo d 1937, el día que Durango fue bombardeado por primera vez.
Al lado había una gran cantidad de papeles superpuestos, en los que figuraba el gasto diario de bombas y de balas de ametralladora desde que había empezado la campaña en el norte. Durante las primeras veinticuatro horas, habían sido arrojadas 70 toneladas de bombas y se habían disparado 35.350 balas. Después, la cantidad aumentó. Pero el jefe del Estado Mayor consideraba que las tropas de Mola no avanzaban con suficiente rapidez en proporción al gasto de municion realizado.
También había un memorando que recordaba a los jefes de escuadrilla que inculcaran a sus pilotos la regla de oro del bombardeo. Si, por alguna razón, no podía ser atacado el blanco original, las bombas deberían ser arrojadas “a ciegas” en cualquier punto del territorio enemigo.
En un extremo de la sala, Von Richthofen tomaba un café y estudiaba las fotografías aéreas que había tomado por la mañana el Heinkel de reconocimiento. En las fotografías se veían con claridad tropas republicanas en las carreteras alrededor de la población de Marquina, al este de Gernika.
Cogiendo estas fotografías, se aproximó rápidamente a la mesa de Gautlitz. Los dos hombres las estudiaron. El oficial de operaciones llamó a un ayudante para que le trajera un mapa de la zona. Von Richthofen señaló con su dedo a las tres carreteras que conducían a Marquina.
- Aquí, aquí y aquí – dijo.
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EntrarKlaus Gaulitz
El reloj de la pared dio las nueve y media de la mañana. El alférez Raunce apuntó la hora en el registro de operaciones diarias. Después estudiaron el parte metereológico y el sumario de información diaria que el ejército nacional les había proporcionado.
Von Richthofen le hizo a Gautlitz una pregunta de una sola palabra:
¿Disponibilidad?
El oficial de operaciones informó que la Legión Cóndor tenía dispuesta casi la totalidad de su potencial. Aguardaban órdenes 80 bombarderos y cazas.
-Emplee tres escuadrillas de junker con fuerte apoyo de cazas- ordenó Von Richthofen-.Deje los Stuka y las escuadrillas experimentales para mas tarde, quizá para Bilbao.
El alférez Raunce anotó esta decisión en el ROD.
Lo último que debía determinarse era el tipo de bombas, la proporción entre bombas de explosivo rompedor, incendiario y antipersonal. Dio las órdenes oportunas. No se utilizarían bombas incendiarias. La primera escuadrilla de nueve bombarderos Junkers-52 transportaría bombas de 250 KG para bloquear las carreteras. Los restantes bombarderos utilizarían una proporción igual de bombas explosivas de 50 Kg. y bombas antipersonal de 10 Kg., capaces de hacer pedazos a una persona a 30 metros.
Para lograr el máximo efecto, las escuadrillas de bombarderos deberían atacar en intervalos de 20 minutos; cada oleada sucesiva debería completar la destrucción causada por las formaciones precedentes. Durante los intervalos, los cazas efectuarían su habitual ataque contra las tropas enemigas, inmovilizándolas a fin de que los bombarderos pudieran atacar de nuevo. Von Richthofen dio una instrucción adicional:
- Digan a los pilotos de caza que lleven unas cuantas granadas de mano y que las lancen.
En el pueblo de Gernika, a las 10:45 de la mañana, el padre Iturrarán dio instrucciones a los 3 chavales para que tocaran las campanas que llamaban a misa y en el pueblo la gente se apresuraba a terminar sus quehaceres dominicales. El pueblo se hallaba repleto de civiles que huían del frente que se aproximaba y de militares en retirada hasta la siguiente línea de defensa.
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EntrarJU-52 con el emblema de la escuadrilla nº3, en Burgos.
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EntrarParte del tablero de instrumentos de uno de los JU-52 participantes. (Foto de Hans Asmus)
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EntrarHeinkel 111 en Burgos
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EntrarHans Asmus, oficial ayudante de operaciones.