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Autor Tema: Bombardeo de Gernika  (Leído 4465 veces)
Tokarev
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« : 14 Julio 2010, 16:27:09 »

 Lo que  escribo a continuación es un resumen del trabajo de documentación realizado por Gordon Thomas y Max Morgan Witts. En el se han empleado testimonios de los pilotos y lugareños, diarios personales, entrevistas, diarios de operaciones y fotos tomadas por los participantes. Si quereis ver las fotos mas grandes, pulsar Ctrl y la tecla + a la vez
« Última modificación: 07 Febrero 2012, 12:24:40 por Tokarev » En línea

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« Respuesta #1 : 14 Julio 2010, 17:03:53 »

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DOMINGO 25 DE ABRIL DE 1937

De las 00:00 a las 6:00 a.m.

 A unos 50 km. al sur de Gernika, más allá de las montañas, en Vitoria, el teniente coronel Wolfram, Freiherr Von Richthofen, daba, como de costumbre, antes de acostarse, una vuelta por el campo de aviación. Al hacerlo advirtió las primeras señales de un “cielo de bombardeo”. El aire cada vez era mas seco, la brisa era lo bastante fuerte como para despejar el humo de un objetivo, las nubes se estaban disolviendo hasta el punto de brindar la justa combinación de cobertura y visibilidad para sus pilotos. Igual que el, las tripulaciones de los aparatos habían sentido la frustración de largos períodos de mal tiempo que los obligaban a permanecer en tierra. Algunos pasaban sus horas en los burdeles de Vitoria. Otros se limitaban a beber los recios vinos y aguardientes de la zona.

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HE-51 y BF-109 en el campo de aviación de Vitoria (Muy probablemente el de Lakua).

 Von Richthofen estaba orgulloso de su dominio de sí mismo. En parte por su instrucción, y también a causa de su naturaleza, evitaba manifestar emociones en público. Aunque en una ocasión sintió infinito malestar cuando un general español lo saludó dándole un beso en una mejilla, él consiguió ocultar lo que sentía.
 El jefe de Estado Mayor de la Legión Cóndor tenía cuarenta y un años, doblando en edad a casi todos sus pilotos. Sin embargo, su nervio y habilidad en el vuelo hacían que pudiera compararse con los mejores de sus hombres. Sin ser alto, su aspecto era imponente: de fuertes músculos, ágil, con las reacciones rápidas de un cazador. A mucha gente lo recordaba a su primo Manfred, el as de la aviación alemana, que murió en la primera guerra mundial.
 Von Richthofen había heredado de su padre sus ojos azules y labios fruncidos; su nariz respingona había sido una característica familiar durante 400 años. Sus fuertes piernas las había desarrollado de muchacho haciendo constante ejercicio físico en la finca que su familia poseía en Silesia. A pesar del calor que hacía en España, nunca dejaba de hacer por las mañanas sus ejercicios gimnásticos. Al final de cada día, daba un paseo entre los aviones y los acariciaba de igual modo que lo hacía con su esposa y su hijito cuando estaba en Alemania.

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Von Richthofen

 No todas las fuerzas aéreas estaban concentradas en Vitoria. Unos 100 km. Al sudoeste, en Burgos, había tres escuadrillas de bombarderos Junker, los nuevos Heinkel-111 y los aparatos para misiones especiales, el Dornier-17. En Vitoria estaban los cazas: los HE-51, los todavía secretos ME(BF)-109 y cuatro bombarderos en picado Stuka, cuyo característico gimoteo producía un terror especial en sus víctimas que se hallaban en tierra. También, dispersos por el campo había HE-70 y HE-45. Finalmente había los dos W-34 de la Legión Cóndor, los cuales despegaban tanto de madrugada como en el crepúsculo para que sus tripulaciones pudieran estudiar la densidad de las nubes y la velocidad del viento. Los pronósticos metereológicos se basaban en estos vuelos.
 Recientemente, los pronósticos metereológicos estaban fallando más de lo habitual, debido a los repentinos cambios de tiempo en la montañosa zona del norte peninsular. Los pilotos no solo culpaban a la tripulación encargada de los informes sobre el tiempo por sus erróneos pronósticos, sino incluso por ser responsables del mal tiempo. Era una señal del a frustración que todos sentían.
 Ahora, hacia el norte, sobre las montañas, el cielo estaba lo suficientemente claro como para distinguir los árboles y los aparatos que estaban junto a ellos. Von Richthofen se detenía al lado de cada aparato, escuchando como la brisa susurraba entre los estays de alambre. No tenía ya la menor duda: el viento procedía del sur, una señal segura de que habría buen tiempo.
 A cierta distancia de los aparatos, rodeado por una elevada valla, había un amplio recinto guardado por soldados españoles. Dentro estaban las bombas y las cajas de municiones, cubiertas con lona.
 Continuando su paseo, Von Richthofen pasó junto a las tiendas en las que los mecánicos guardaban sus herramientas. El sorprendió una vez a un grupo de macánicos al decirles, punto por punto, lo que tenía que hacerse para desmontar un motor. Esto motivó que sintieran mayor respeto hacia el, pero nunca había conseguido ganar el afecto de sus hombres y oficiales... Von Richthofen estaba demasiado preocupado con los resultados como para llegar a tener nunca más que una relación superficial con los que mandaba.
 Cuando era niño, se había divertido desmontando viejas máquinas de la granja. Mientras fue cadete en el Ejército prusiano, pasó gran parte de su tiempo solo, leyendo revistas técnicas. Después de volar con la escuadrilla de su primo Manfred, donde también voló Hermann Goering, al acabar la primera guerra mundial tuvo siete “muertos”. Algunos habían dicho que había derribado más aparatos enemigos de los que oficialmente se le habían reconocido, que el primo del Barón Rojo permitía que los atribuyeran a otros, para evitar cualquier acusación de nepotismo.
 El teniente coronel Von Richthofen llegó a España con la Legión Cóndor en noviembre y fue nombrado jefe del estado mayor a comienzos de 1937. En los años sucesivos, su reputación igualaría a la de su primo, el Barón Rojo. A el se le atribuiría el perfeccionamiento de la blitzkrieg. Fue una táctica que aplicaría con despiadada eficacia en Francia, Yugoslavia, Grecia y Creta. Mas tarde conduciría una flota con más de 700 aparatos a Rusia, sembrando el terror en Sebastopol, Leningrado y Stalingrado. Fue promovido al empleo de mariscal de campo, llegando a ser colaborador directo de Hitler.
 Pero cuando Von Richthofen terminaba su inspección de medianoche, en el campo de aviación de Vitoria, todo aquello aún estaba lejos. Pronto emplearía su ambición e inventiva para dar un paso principal hacia sus futuros éxitos: decidir el destino del centro espiritual y político del País Vasco.

Desde las 6:00 a.m. hasta el mediodía.

 A las 5,00 de la mañana, Von Richthofen saltó de la cama y realizó sus ejercicios gimnásticos matinales. Después se dio una ducha fría y se puso el uniforme caqui.
Desde su ventana, Von Richthofen observaba al piloto del avión de reconocimiento, que se acomodaba en su asiento de alto respaldo. Hasta aquel momento nada había perturbado la quietud del campo de aviación. Entonces, precisamente a las 7:30 de la mañana como cada día de esta campaña del Norte, se puso en marcha ruidosamente el motor del aparato. Una llama azulada surgió del tubo de escape, seguida de una especie de rugido cuando la hélice se puso en movimiento. El aparato empezó a rodar.
 Repasó mentalmente todo lo que tenía que hacer el piloto. Levantar flaps, poner en marcha magnetos, fijación del tren de aterrizaje, comprobación del combustible y de los instrumentos. Una vez quitados los calzos y los frenos, el HE-45 se deslizó hasta el extremo de la pista, empezó a correr sobre la hierba y se elevó. Después de esto se dirigió al centro de operaciones de la Legión Cóndor, situado en el hotel Frontón de Vitoria. Entre los papeles enganchados en un panel había una orden firmada por el, con fecha 31 de marzo d 1937, el día que Durango fue bombardeado por primera vez.
 Al lado había una gran cantidad de papeles superpuestos, en los que figuraba el gasto diario de bombas y de balas de ametralladora desde que había empezado la campaña en el norte. Durante las primeras veinticuatro horas, habían sido arrojadas 70 toneladas de bombas y se habían disparado 35.350 balas. Después, la cantidad aumentó. Pero el jefe del Estado Mayor consideraba que las tropas de Mola no avanzaban con suficiente rapidez en proporción al gasto de municion realizado.
 También había un memorando que recordaba a los jefes de escuadrilla que inculcaran a sus pilotos la regla de oro del bombardeo. Si, por alguna razón, no podía ser atacado el blanco original, las bombas deberían ser arrojadas “a ciegas” en cualquier punto del territorio enemigo.
 En un extremo de la sala, Von Richthofen tomaba un café y estudiaba las fotografías aéreas que había tomado por la mañana el Heinkel de reconocimiento. En las fotografías se veían con claridad tropas republicanas en las carreteras alrededor de la población de Marquina, al este de Gernika.
 Cogiendo estas fotografías, se aproximó rápidamente a la mesa de Gautlitz. Los dos hombres las estudiaron. El oficial de operaciones llamó a un ayudante para que le trajera un mapa de la zona. Von Richthofen señaló con su dedo a las tres carreteras que conducían a Marquina.
-   Aquí, aquí y aquí – dijo.

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Klaus Gaulitz

El reloj de la pared dio las nueve y media de la mañana. El alférez Raunce apuntó la hora en el registro de operaciones diarias. Después estudiaron el parte metereológico y el sumario de información diaria que el ejército nacional les había proporcionado.
 Von Richthofen le hizo a Gautlitz una pregunta de una sola palabra:
 ¿Disponibilidad?
 El oficial de operaciones informó que la Legión Cóndor tenía dispuesta casi la totalidad de su potencial. Aguardaban órdenes 80 bombarderos y cazas.
-Emplee tres escuadrillas de junker con fuerte apoyo de cazas- ordenó Von Richthofen-.Deje los Stuka y las escuadrillas experimentales para mas tarde, quizá para Bilbao.
 El alférez Raunce anotó esta decisión en el ROD.
 Lo último que debía determinarse era el tipo de bombas, la proporción entre bombas de explosivo rompedor, incendiario y antipersonal. Dio las órdenes oportunas. No se utilizarían bombas incendiarias. La primera escuadrilla de nueve bombarderos Junkers-52 transportaría bombas de 250 KG para bloquear las carreteras. Los restantes bombarderos utilizarían una proporción igual de bombas explosivas de 50 Kg. y bombas antipersonal de 10 Kg., capaces de hacer pedazos a una persona a 30 metros.
 Para lograr el máximo efecto, las escuadrillas de bombarderos deberían atacar en intervalos de 20 minutos; cada oleada sucesiva debería completar la destrucción causada por las formaciones precedentes. Durante los intervalos, los cazas efectuarían su habitual ataque contra las tropas enemigas, inmovilizándolas a fin de que los bombarderos pudieran atacar de nuevo. Von Richthofen dio una instrucción adicional:
- Digan a los pilotos de caza que lleven unas cuantas granadas de mano y que las lancen.
 En el pueblo de Gernika, a las 10:45 de la mañana, el padre Iturrarán dio instrucciones a los 3 chavales para que tocaran las campanas que llamaban a misa y en el pueblo la gente se apresuraba a terminar sus quehaceres dominicales. El pueblo se hallaba repleto de civiles que huían del frente que se aproximaba y de militares en retirada hasta la siguiente línea de defensa.

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JU-52 con el emblema de la escuadrilla nº3, en Burgos.

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Parte del tablero de instrumentos de uno de los JU-52 participantes. (Foto de Hans Asmus)

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Heinkel 111 en Burgos

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Hans Asmus, oficial ayudante de operaciones.

« Última modificación: 08 Noviembre 2011, 11:18:21 por Tokarev » En línea

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« Respuesta #2 : 14 Julio 2010, 17:14:10 »

Desde el mediodía a las 18:00 horas

 A las dos de la tarde, después de que el último caza hubo aterrizado y sus pilotos llegaran al hotel Frontón, dieron el parte de la misión en el centro de operaciones.
A las 14:30 quedaron contestadas todas las preguntas realizadas a los pilotos y anotadas sus contestaciones.
 Poco después se revisaron los informes sobre los posibles siguientes objetivos a atacar. Tenían abundante información de un montón de poblaciones pero no había ninguna información sobre Gernika. Llamó su atención ya que parecía una posición defensiva potencial. Si el enemigo podía ser embotellado allí, se podrían hacer miles de prisioneros. Se eligió como blanco muy probable el puente de Renteria, donde convergían tres carreteras, y se rodeó el puente en el mapa con un círculo rojo. A las 15:30 terminó la sesión. Asmus telefoneó a Burgos para dar instrucciones al jefe de ala Fuchs a fin de que preparara para el bombardeo del puerto de Bilbao a los nuevos bombarderos Heinkel-111 de la escuadrilla experimental.
 Entonces Von Richthofen inició el viaje de 110 km. hasta el cuartel general militar español, en Burgos, para hablar con los jefes españoles.
 A esa misma hora, en Gernika, seguían amontonándose los heridos que llegaban del frente en los hospitales improvisados, que apenas disponían de los materiales más básicos. En el frontón del pueblo, con capacidad para 1.000 personas, se desarrollaba un partido amistoso de cesta punta. En el kiosco de la plaza se había instalado una pantalla de cine y se había traído un equipo de cine portátil desde Bilbao, que proyectaba películas de propaganda comunista.

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Mapa del centro de Gernika. No esta a escala

Desde las 18:00 hasta medianoche

  Von Richthofen llegó a Burgos en setenta y cinco minutos.
 La base principal de bombarderos de la Legión Cóndor era un camuflado y ordenado mundo poblado por casi dos mil hombres entre personal de tierra y pilotos, que estaban a cargo de las tres escuadrillas de bombarderos Junkers-52, la escuadrilla experimental de nuevos Heinkel-111 y aparatos de otros tipos.
 Desde detrás del principal edificio de oficinas, observó el despegue de Von Moreau a los mandos de su Heinkel y como describía círculos sobre el aeródromo para formar con el resto de pilotos en una serie de cadenas. Tres aparatos para una cadena, estando cada cadena separada por unos 750 metros. La escuadrilla se dirigía a Bilbao.
 Cuando el último Heinkel se perdió de vista, se dirigió a la oficina. El comandante Fuchs, el jefe del ala, lo esperaba en la puerta con la carpeta de mapas debajo del brazo. Se acomodaron en un coche y se dirigieron al centro de Burgos. Durante el trayecto, Fuchs le informó de los pormenores de la reunión que se iba a celebrar. A ella asistirían los principales jefes del ejército nacional del norte.
 En un momento de la reunión, Von Richthofen le preguntó al jefe de la brigada de Navarra que se iba a hacer exactamente para aprovechar el éxito de Marquina.
 El español empezó a dar argumentos conocidos por el. Que el terreno era difícil; que no había necesidad de “una frenética persecución del enemigo”, teniendo en cuenta que una presión lenta y gradual daría buenos resultados, de cualquier modo, no era razonable esperar “demasiado de las fuerzas atacantes”.
 Von Richthofen rebatió aquellas opiniones:
No hay nada que no sea razonable en cuanto a destruir la moral del enemigo. Ya se está hundiendo a causa del ataque aéreo. Es esencial que se realicen todos los esfuerzos para completar este colapso. La infantería no debe esperar que la aviación y la artillería creen condiciones favorables. Deben efectuar sus propios ataques con toda la energía y dureza, abriendo sus propias brechas. La infantería debe tener como objetivo hostigar al enemigo y perseguirlo hasta hacerle la vida imposible.
 Tras un prolongado silencio, los jefes de la unidad de la brigada Navarra convinieron perseguir al enemigo pasando a través del hueco de Marquina.
 Satisfecho, Vigón invitó a todos ellos a estudiar sus mapas una vez más. Resultaba evidente el siguiente paso a dar. Sin embargo, el general Vigon  hizo una pregunta: ¿Están defendidos Gernika y sus alrededores? Nadie podía dar una respuesta. Von Richthofen dijo que no importaban tales defensas. Atacaría de todos modos. Se decidió que las carreteras deberían quedar intactas para permitir el avance nacional. Se decidió que Von Moreau dirigiría el ataque.
 Poco después de las once de la noche, Von Richthofen llegó al campo de aviación de Vitoria, procedente de Burgos. En el cielo, el viento empujaba las nubes, las cuales, a veces, tapaban la luna. Hacía el norte se formaba una sólida masa de nubes que avanzaba hacia los espacios de cielo despejado en los que se veían las estrellas. Confió en que, por la mañana, la nubosidad se hubiese desplazado del norte de España y que lloviera sobre Francia.
 Cuando llegó a su suite del hotel Frontón, anotó en su diario de guerra: “Actualmente, solo el tiempo atmosférico puede derrotar a la Legión Cóndor”.


   LUNES 26 DE ABRIL DE 1937   

Desde las 6:00 a.m. hasta mediodía.

 A las seis de la mañana, Von Richthofen se levantó. Hizo apresuradamente gimnasia, se afeitó, duchó, vistió y se dirigió apresuradamente al campo de aviación de Vitoria.
 Sus hombres, como siempre, habían preparado meticulosamente mapas e informes. Leyó atentamente el sumario de información español. Las tropas nacionales convergían hacia Marquina. El monte Oiz había sido tomado. Durango estaba a punto de capitular.
 Las tres escuadrillas de trimotores Junkers-52, la fuerza principal de la Legión Cóndor, llevaría un cargamento por aparato de una tonelada y media de bombas. La escuadrilla experimental de Von Moreau, con sus más rápidos bimotores HE-111, podía transportar el mismo peso en bombas por aparato. Los cazas Heinkel y Messerschmitt podían arrojar sobre los objetivos bombas ligeras, granadas de mano y fuego de ametralladora.
 Ordenó a Fuchs, jefe de ala en Burgos, que enviara un “HE-70” con el más experto piloto de reconocimiento, el teniente “Balthazar” para que observara la zona entre Marquina y Gernika. Se le dio orden de no volar directamente sobre Gernika para no descubrir sus intenciones.
 Consultó otra vez un mapa de la zona y dio nuevas órdenes. Un segundo avión de reconocimiento, un “HE-45”, fue enviado desde Vitoria para que repitiese el vuelo de “Balthazar”. Los otros dos aparatos metereológicos, los pesados W-34 fueron enviados a efectuar un reconocimiento sobre Vizcaya y su costa.
 En un extremo del campo de aviación de Vitoria, el alférez Hans Joachim Wandel se estaba acomodando en la carlinga abierta del HE-51. El sol de la mañana había dado sobre el fuselaje y las alas. El asiento y los mandos estaban asimismo agradablemente calientes al tacto. En el aire había olor a combustible de alto octanaje. Le sorprendió encontrar a Von Lutzov, su jefe de escuadrilla, supervisando el trabajo de los mecánicos. Este le dio unos consejos a Wandel y luego le autorizó a realizar un vuelo de prueba para probar el aparato y las ametralladoras.

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Alferez Hans Wandel.Piloto de caza
« Última modificación: 19 Julio 2010, 17:46:10 por HR_Tokarev » En línea

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« Respuesta #3 : 14 Julio 2010, 17:25:10 »

El HE-51 era bajo, apenas alcanzaba los 350 Km. /h en picado. Estaba ligeramente armado, pues solo llevaba dos ametralladoras sincronizadas con la hélice. Comparado con los cazas rusos e italianos no maniobraba muy bien, y le costaba ganar altura. Se usaba principalmente para ametrallar a tierra y lanzar pequeñas bombas desde baja altura.
 Wandel se sentó en la carlinga para realizar su vuelo de prueba, cuando vio que una figura se acercaba. Von Richthofen se dirigió hacia su aparato y lo rodeó dando una vuelta. Después se alejó sin decir palabra. Wandel se sintió como un colegial que no había hecho bien sus deberes. Sabía que debería haber realizado una inspección prevuelo del aparato.
 Uno de los mecánicos estaba junto a la hélice. Wandel puso sus pies sobre los pedales y después movió la palanca de mando hacia atrás, adelante y los lados, para estar seguro de que no tenía ningún impedimento. Observó los instrumentos y tocó sus correas de seguridad. Desde abajo, un mecánico dijo:
-Mire el indicador del refrigerador del agua.
 Era una advertencia habitual, pues los pilotos solían ignorar el indicador, corriendo el riesgo de que el motor fallara en el fino aire de la montaña.
-Freí- exclamó el mecánico que estaba junto a la hélice.
-Freí- repitió Wandel, poniendo el motor en marcha.
 La hélice dio una vuelta, el tubo de escape expelió humo, la hélice dio una segunda vuelta y, por fin, giró rápidamente. Por último, se oyó un ruido satisfactorio.
 Delante de Wandel, el tablero de instrumentos, con  sus niveles y agujas, dio señales de vida: presión del aceite, del combustible, temperatura del motor, contenido de combustible, tacómetro, temperatura de refrigeración e indicador de dirección. Comprobó los magnetos, quedando satisfecho de que el indicador de revoluciones estuviese dentro de los límites. En seguida dio la señal para que retiraran los calzos.
 Se ajustó sus anteojos y observó que el contador de revoluciones se movía. A pesar de su casco, el sonido resultaba ensordecedor. Soltó los frenos y el caza rodó sobre la hierba.
 Hacia delante, podía ver la franja de despegue señalada con banderas. Para los vuelos nocturnos, las banderas eran sustituidas por señales luminosas. Wandel frenó por un momento, haciendo que el motor llegara al máximo de sus revoluciones. Cuando notó que los frenos no podían aguantar más, los soltó y se elevo.
 En unos pocos minutos, el campo de aviación estaba debajo y a su espalda. Por delante se elevaba la cadena de montañas graníticas situadas al norte de Vitoria.
 Miró el mapa que tenía extendido sobre sus rodillas. Entonces, situó su aparato suavemente hacia el este, separándolo de las montañas y de la línea del frente. Pasó sobre Elburgo a escasa altura, pudiendo ver como lo miraba asombrado la gente. Ahora experimentó la excitación que habían manifestado sentir algunos pilotos al sobrevolar una población. Sería otra cosa que anotaría en el diario que llevaba en su bolsillo del pecho.
 Al norte de Elburgo, encontró lo que estaba buscando. Un rió. Se situó sobre el agua, quitó el seguro de los disparadores y disparó contra el agua las dos ametralladoras gemelas. Pudo oler a cordita. Cuando volvió a apretar el disparador, notó que todo el avión se estremecía. Volvió a disparar contra el agua dos veces más. Experimentó una emoción sobre la que ya le habían hablado. Un piloto se la describió a Wandel como “un sentimiento de poder inexorable”. Wandel añadiría “Una grande y satisfactoria emoción”
 Wandel ponía en práctica lo que figuraba en el manual de instrucciones del piloto de caza. Primero inclinó un ala y después la otra para poder mirar hacía debajo y asegurarse de que ningún caza enemigo le estaba atacando. Después miró hacia atrás, para cerciorarse de que no llevaba ningún aparato en su cola. Siguió el curso del río, haciéndose la idea de que era una carretera y de que atacaba un enemigo en fuga.
 En un recodo del río, tiró hacía atrás de la palanca de mando y el Heinkel empezó a ascender.
 Al estar sobre algunos pueblos situados al oeste de Vitoria, se niveló. A esta altura cercana a los 1800 metros, podía ver las cadenas de montañas cercanas a Durango. El sabía que el enemigo se encontraba por allí, a unos pocos minutos de vuelo. Empujó hacia delante su palanca de mando y utilizando los mandos del timón, se dirigió hacia Vitoria. Observó la velocidad que estaba alcanzando y pensó: Es mejor que ser un ave.
 Regresó feliz al campo de aviación. Le dijo a los mecánicos que no cabía la menor duda: un vuelo temprano por la mañana era el mejor remedio para una resaca.
 Esa mañana, el oficial de operaciones, capitán Gaulitz daba muestras de estar muy tenso. Esa mañana estaba con el oficial de enlace español, el conde del Cadagua, natural de Bilbao. Se les vió estudiando los mapas y aunque el conde del Cadagua conocía la naturaleza sagrada de Gernika para los vascos, no aprovechó la ocasión para darlo a conocer. El objetivo del día estaba claro. Bombardear el cuello de botella de Gernika. Solamente faltaba que regresasen los aviones de reconocimiento metereológico para ver si ese día el tiempo permitía los vuelos.
 En Gernika, gentes de toda la región se dirigían hacia ella con productos de la tierra para venderlos en el mercado que se celebraba ese día. En las calles, la gente visitaba los puestos para comprar alimentos.
 Las campanas de Santa María daban las ocho, cuando una de las dos monjas que estaban en el tejado de las monjas Carmelitas gritó que había visto aviones en dirección a Marquina. Su compañera avisó con la campana manual. Se pensó que estarían comprobando los resultados del bombardeo del día anterior en Marquina y no se le dio mayor importancia.
 A las ocho de la mañana, en la base de Burgos, equipos de mecánicos, electricistas y ajustadores se afanaban en torno y dentro de los aparatos. El teniente Karl Von Knauer era el jefe de la primera escuadrilla. Bajo su mando había nueve trimotores JU-52, cada uno de ellos capaz de transportas unos 1500 Kg. de bombas durante 1400 Km. a una velocidad de crucero de 280 Km. /h. Iban tripulados por 4 hombres y portaba 3 ametralladoras ligeras.

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Foto del "pote" del JU-52. (Puesto del bombardero)

 Como una señal de la categoría de su escuadrilla, Von Moreau había situado los HE-111 lejos de los JU-52 y más cerca de los montones de bombas cubiertos de lona. Esto permitía ser cargado y despegar antes que los demás. Las bombas de los depósitos de Burgos incluían bombas explosivas de 50, 250 y 500 kg. , cada una de ellas provistas de una aleta en su parte posterior que producía un terrorífico silbido al caer. La envoltura de las bombas era de acero y no de hierro, para darles mayor poder de penetración. Podían ser utilizadas con o sin espoletas de retardo. Algo apartadas, estaban las bombas de 10 Kg., antipersonal. Estas no eran muy populares, debido a su tendencia a explotar cuando eran cargadas o el avión estaba en el aire. En otro montón separado estaban las bombas incendiarias. Pesaban de 1 a 4 Kg. y probablemente eran las más modernas del momento en el mundo. Al ser pequeñas y ligeras, podían ser transportadas tanto por bombarderos como por cazas. Algunos pilotos hacían sus pequeños experimentos personales, atando cuatro de ellas con un fino alambre alrededor de una lata de petróleo. Vistas desde el aire, producían al explotar unos curiosos relámpagos rosados. También se podían ver bien desde el suelo, razón por la que las lanzaban al final de un ataque para indicar el momento de avanzar a sus tropas.
Solo quedaba decidir cuales emplear en el ataque, decisión que debía de tomar Von Richthofen.
 A las 8:30, el jefe de ala Fuchs, recibió una llamada telefónica a través de la línea directa que unía su oficina en Burgos con el campo de Vitoria. Los aviones de reconocimiento y metereológicos habían aterrizado. En Vitoria, los pilotos de caza observaban a las cuatro tripulaciones, numero mas elevado del habitual. El oficial metereólogo informó de que, si bien las condiciones metereológicas no eran del todo buenas, mejorarían durante el día y, por la tarde, tales condiciones serían las siguientes: una cubierta de nubes estimada a una altura entre 600 y 6000 metros; viento sur sudoeste con una velocidad de 8 a 10 nudos. Buena visibilidad y posibilidad de calima, sobre todo cerca de la costa. Von Richthofen ordenó a sus hombres que se prepararan.
 La oficialidad de la república en ese sector, dio orden ese mismo día de que no se permitiese ningún tipo de movimiento de tropa en la villa de Gernika, ya que la querían preservar de los efectos de la guerra, dado el carácter sagrado que tenía para los vascos.
 Se habilitarían unos edificios estratégicos para que fuesen defendidos por pelotones de soldados pensando en ganar unas preciosas horas en un frente que se desmoronaba.
 Algo después de las once de la mañana Von Richthofen y Vigón se reunieron. Posteriormente, Von Richthofen dio la orden de bombardear el centro del tradicionalismo vasco.
 En Gernika, antes del mediodía se registró una inusual concentración de carros con civiles en el puente Renteria, que se dirigían hacia sus caseríos. El tráfico era muy denso en las carreteras que se dirigían a Bermeo y Bilbao. La calle Don Tello, junto a la estación de ferrocarril, también estaba llena de gente. Intentaban inútilmente coger algún tren que los alejase del frente. El servicio se había suspendido. Las autoridades estaban haciendo los preparativos para evacuar la villa al día siguiente. Los párrocos hacían esfuerzos inútiles para conseguir un par de camiones con los que evacuar los innumerables tesoros artísticos que había en las iglesias y conventos. Al sudeste de Gernika, se empezaron a oír los primeros cañonazos de los gudaris contra las tropas fascistas. El frente se acercaba.

Desde mediodía a las 18:00 horas.

 Von Richthofen extendió un mapa a gran escala sobre la mesa, en el que había señalados objetivos y dijo: Deben cerrarse el puente y las carreteras que conducen a la ciudad.
 A continuación, empezó a discutir el tipo y número de aviones que debían intervenir en la operación. Ordenó que las tres escuadrillas de JU-52 atacasen en oleadas perfectamente concertadas. 23 bombarderos pesados en total. Los 4 HE-111 de Von Moreau, deberían actuar de “exploradores evaluando la defensa antiaérea”. (que no existía). 6 BF-109 protegerían a los bombarderos de Von Moreau. Mas tarde, también machacarían el objetivo. Una escuadrilla de 10 HE-51 volarían a baja altura, atacando la zona bombardeando y ametrallando. Se permitió el uso de bombas incendiarias. Von Richthofen ordeno que la segunda escuadrilla de HE-51 (6 aparatos), atacasen a modo de  diversión, la zona al norte del monte Oiz que acababa de caer en manos de los nacionales. Von Richthofen anunció que iría al frente a ver como se desarrollaban las operaciones y Raunce anotó todo en el diario de operaciones.

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Puente de Renteria

« Última modificación: 10 Agosto 2010, 00:14:53 por Tokarev » En línea

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« Respuesta #4 : 14 Julio 2010, 17:45:03 »

En Burgos, Gaulitz reunió a su equipo y se dirigieron al centro de instrucciones, un barracón que solo contenía sillas y mapas colgados de las paredes.
 Usando un mapa indicador de objetivos, a gran escala, Gaulitz señaló los dos principales objetivos. El principal, Gernika y el de “acción diversiva” en los alrededores de Munitibar, al norte del monte Oiz.
 Gaulitz explicó primero cual había de ser el ataque de diversión en Munitibar. Se ordenó a 6 HE-51 atacar la zona, añadiendo que allí se encontrarían muchas tropas en retirada. Debían despegar a las 15: 45 y no tomarían parte directa en el ataque a Gernika. Los pilotos anotaron sus instrucciones.
 Luego señaló el objetivo principal y repitió las ordenes que le había dado Von Richthofen. El teniente Herwig Knuppel, con su escuadrilla de 6 Bf-109, se convertiría en la sombrilla protectora de los HE-111 de Von Moreau. Volarían sobre los bombarderos y los escoltarían durante la operación, así como durante el regreso a la base. Después, los Bf-109 regresarían de nuevo para atacar el objetivo principal.
 Los diez HE-51 de la escuadrilla Nº1, al mando del capitán Franz Von Lutzov, llevarían a cabo una serie de ataques en vuelo rasante, ametrallando y descargando bombas ligeras.
 El oficial navegante dio instrucciones sobre las diferentes etapas del vuelo y estableció como punto de reunión el pueblo de Villareal. Como primer punto de giro se designó el pueblo de Garay. Sería el punto de reunión  de los 109 de Knuppel con los HE-111 de Von Moreau. Acto seguido se dirigió a los pilotos de Von Lutzov. Cuando alcanzasen el pueblo de Garay, deberían volar en formación de a dos, muy juntos y preparados para el ataque. Desde el pueblo de Garay, todos los aviones que se dirigían al objetivo, se desviarían ligeramente hacia el Noroeste. El siguiente punto de referencia, seria la cima del monte San Miguel. El rumbo los llevaría justo al este de la montaña. Cuando la hubieran pasado, el río Mundaka se encontraría bajo el ala de babor. Luego continuarían navegando hacia el golfo de Vizcaya, trazarían un círculo sobre Elanchove, cerca de Bermeo y después girarían hacia el sur, siguiendo la ría de Mundaka, hacia Gernika. Los informes de inteligencia indicaban que no habría caza enemiga en la zona. El metereólogo indicó que encontrarían nubes aisladas, ligero viento y alguna neblina pegada al suelo. El ataque inicial se haría contra el viento.
 El tiempo es muy importante. Contarían los minutos. Realicen sus giros a tiempo y lleguen al objetivo puntuales. No quiero que se repita lo de Durango. Allí, algunos HE-51 volaban casi en rasante sobre la ciudad cuando llegaron los JU-52 e iniciaron su ataque. Los cazas casi reciben los impactos de sus propias bombas. Y no corran riesgos innecesarios. Hagan todo lo posible por mantenerse arriba. Si son derribados, no podremos hacer nada por ustedes.

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El teniente Rudolf Von Moreau, mapa en mano, da instrucciones sobre el vuelo contra Gernika.(Foto de Hans Asmus)

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Ruta seguida por los atacantes

 Von Moreau recibió la orden de despegar a las 15:45 y llevar su escuadrilla hasta el punto de reunión, a 8 Km. al norte de Burgos. Entonces, el partiría solo hacia el pueblo de Garay, donde se reuniría con los aparatos de escolta de Knuppel. Terminaría su inspección sobre el objetivo, lo bombardearía y regresaría a Garay para reunirse con su escuadrilla y escolta.
 Los 109 volarían uno 600 metros sobre los Heinkel y, tras el bombardeo, los acompañarían a las líneas nacionales.
 La principal fuerza de bombarderos Junkers despegaría a intervalos de un minuto después de las 17:15 y trazarían un círculo en el punto de reunión. Navegando hacia el norte, mantendrían entre si una distancia de kilómetro y medio de forma que cuando el ultimo bombardero de Von Knauer se alejara del objetivo, la escuadrilla nº 2 del teniente Von Beust habría completado su formación para bombardear. A kilómetro y medio del último aparato se hallaría la tercera escuadrilla mandada por el capitán Von Krafft.
 Las escuadrillas, como de costumbre, bombardearían en cadena de tres aparatos volando en formación de V desde una altura de 1800 metros. Se aproximarían al puente por sus lados. Lo ideal hubiera sido bombardearlo a lo largo, pero la difícil orografía de la zona y el factor sorpresa lo impidió.
 Años mas tarde, el capitán Von Krafft recordaría que el se había opuesto al empleo de bombas incendiarias. Alegó que, desde tal altitud, las ligeras bombas caerían como hojas secas en otoño, poniendo en riesgo a la población civil. (Añadir que el puente era de piedra). A pesar de ser jefe de escuadrilla, se rechazó su alegato. Fuchs no permitió que se discutiera el asunto debido a las presiones recibidas de Von Richthofen a lo que Von Krafft añadió irónicamente: Entonces, habrá que suponer que hay puentes de madera en Gernika. Se dio orden de que si aparecía la aviación enemiga, se soltase hasta la última bomba sobre el objetivo.

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Teniente Henning, Freiherr Von Beust, jefe de la escuadrillanº2 (foto de Von Beust)

 En Burgos, el personal de tierra cargó primero la escuadrilla de Von Moreau. A continuación se cargaron los Ju-52 de Von Knauer. Cada avión recibió una carga de bombas de alta potencia explosiva y por lo menos 110 bombas incendiarias. En total, las tres escuadrillas de Junkers cargaban algo más de 2500 bombas incendiarias. Eran delgados contenedores de metal, llenos con thermite, mezcla de óxido de hierro y aluminio. Al incendiarse se alcanzaban los 2760 grados Celsius. El resto de aviones, recibió la misma carga junto con el combustible correspondiente y la munición de las ametralladoras de abordo al completo. En total, se hallaba dispuesta una fuerza de 43 bombarderos y cazas. Entre todos transportarían unos 50.000 Kg. de bombas explosivas e incendiarias para destruir un puente de piedra de 22,5 metros de longitud por 9 metros de ancho. 200 Kg. de bombas por cada metro cuadrado de puente. Un puente que cruzaba un río que, poco mas arriba, se podía vadear ya que apenas mojaba los tobillos. Sorprende que no utilizasen los Stukas. Cada uno de ellos, podría haber colocado precisamente sobre el puente una bomba de 500 kilogramos. Con un solo impactó hubiese sido más que suficiente.
 Von Moreau ocupó su asiento y vio  como su navegante hacia lo mismo. Tras ellos el operador comprobó que la radio de morse funcionaba correctamente. El cuarto tripulante se sujetó en la torreta de la ametralladora. Durante el resto del vuelo, permanecería aislado del resto de la tripulación del Heinkel 25-3.
 Sobre las 15:00 horas, Von Richthofen y Asmus llegaron al pie del monte Oiz, que acababa de caer en manos de las tropas nacionales. Se dirigieron a la cima a pié, con paso apresurado.
 A las 15:40, se quitaron los calzos del aparato de Von Moreau y este arrancó los motores. Aceleró suavemente y comenzó a rodar sobre la hierba. Le seguía toda la escuadrilla. A 270 Km. /h, avanzó hacia el punto de reunión. A 1500 metros, niveló el avión y trazó un circulo en el punto de reunión a 8 Km. al norte del campo de aviación. Cuando se hubieron reunido todos, puso rumbo hacia el norte. Exactamente 30 minutos después, se reunirían con los BF-109 sobre el pueblo de Garay. Después de la reunión el Heinkel puso rumbo hacia el monte San Miguel. Pasaron de largo por la derecha de la montaña, navegando hacia el mar con dirección norte. Hacia babor quedaba el río Mundaka. Enfrente estaban el pueblo de Elanchove y el Golfo de Vizcaya. Sobre Elanchove, Van Moreau trazó un amplio círculo y niveló el avión para poner rumbo a Gernika. Poco después el bombardero gritó: Un minuto para HSO... Se hallaban sobre el pueblo de Arteaga. Redujo más la velocidad. A 240 Km. /h, su bombardero alineó bien el objetivo y buscó emplazamientos de artillería antiaérea. Momentos después, el bombardero gritó: Objetivo a la vista.

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Vista aérea de Gernika

 En Gernika, las dos monjas vigías situadas en el tejado del convento de las Carmelitas hicieron sonar una campanilla y gritaron: aviones, aviones. Las campanas de la iglesia de Santa María dieron la alarma a la población.
 En el centro de Gernika, la mayoría de la gente se sintió repentinamente desorientada. Cuando quisieron evitarlo, el Heinkel 25-3 se hallaba prácticamente sobre sus cabezas.
 Cuando el Heinkel de Von Moreau pasó por la parte sur de Gernika, tomo más altitud para evitar el posible fuego antiaéreo. No había antiaéreos en la zona.
 Desde cerca del puente, Juan Múgica vio ascender al avión como un proyectil. Luego se niveló y se dirigió a Múgica. Giró repentinamente y se perdió entre las colinas al oeste de Gernika.
 Von Moreau giró para efectuar una segunda pasada a 1200 metros de altitud, una vez comprobada la inexistencia de antiaéreos. Bombas preparadas, informó el bombardero. Al aproximarse a la ciudad y al puente, el bombardero pidió ciertas correcciones de rumbo que Von Moreau realizo solícitamente. A 230 Km. /h, el bombardero soltó la carga. Libre de peso, el Heinkel ascendió. Von Moreau inclinó el aparato a babor sobre la fábrica de Úncela para atravesar el ancho valle. A pesar del historial de exactitud de la tripulación del avión de Moreau, las bombas cayeron a centenares de metros del puente, muy cerca de la plaza de la estación en el centro de Gernika.
 Juan Plaza se hallaba a medio kilómetro de distancia del punto de impacto “pero el ruido hizo que se me pusieran los pelos de punta”. Vio como se alzaba hacia el cielo una auténtica cortina de polvo y a continuación se estremeció por lo que oyó: “Fue el alarido de terror de muchas personas”. Acto seguido, corrió hacia la villa.

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Caen las primeras bombas sobre Gernika

 Una bomba de 250 Kg. hizo saltar en pedazos la fachada del hotel Julián, dejando al descubierto cuatro plantas. Otras bombas cayeron en la plaza entre las persona que esperaban inútilmente coger algún tren a Bilbao, aumentándose el número después de haber visto el primer vuelo de Von Moreau sobre la ciudad. Eran unas 300 o 400 personas. Los que se hallaban al borde de la multitud, cuando se dieron cuenta de que se aproximaba una segunda pasada, tuvieron oportunidad de correr a las calles adyacentes... Los que ocupaban el centro de la plaza, no tuvieron oportunidad de hacerlo. Juan Silliaco, caminaba calle de estación arriba. Desde el lugar en el que se hallaba tendido, vio morir a las primeras personas en Gernika. “Era un grupo de mujeres y niños. Saltaron por los aires e, inmediatamente, empezaron a desintegrarse. Volaban por todas partes piernas, brazos, cabezas y cuerpos despedazados”. Frente al hotel Julián, un grupo de madres histéricas removían los escombros. Instantes antes, en ese lugar, se encontraba jugando un grupo de niños. Por todas partes se oían lamentos de los heridos y de las personas en estado de shock.
 Liberado de su carga de bombas, superior a 1350 kg. Y ayudado por el viento de cola, Von Moreau hizo un buen tiempo hasta el siguiente punto de reunión con la escolta de BF-109. Alcanzó Garay, a unos 15 Km. al sur de Gernika sobre las 16:40. Las gentes de aquel pueblo recordarían que los aviones “daban vueltas y mas vueltas sin hacer nada”.
 Von Moreau indicó al radiotelegrafista que transmitiese la orden codificada establecida de antemano que indicaba que el ataque se realizaría según lo previsto. Aproximadamente a las 16:45 se dirigieron en la formación programada hacia el norte, alcanzando la desembocadura del río Mundaka. trazando un amplio circulo sobre Elanchove, Von Moreau hizo que el resto de los Heinkels bajasen a 900 metros. La maniobra requirió 4,5 km. de espacio aéreo. Los aviones siguieron la ruta que Von Moreau había cubierto veinte minutos antes.
« Última modificación: 19 Julio 2010, 17:54:08 por HR_Tokarev » En línea

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« Respuesta #5 : 14 Julio 2010, 18:09:21 »

 Al llegar a la altura de Arteaga, se giró hacia su radio operador y le señaló hacia arriba. Se transmitió la orden “Orden de combate”. Todo estaba dispuesto para el combate.
 Juan Silliaco, al ver los bombarderos tan bajos, estimó que dejarían caer las bombas en el punto que deseasen. El bombero también tuvo la impresión de que los aparatos volaban demasiado separados como para concentrar su fuego en un solo objetivo. “Van a destrozar toda la ciudad”, gritó.
 Bombas fuera, informó el navegante desde el morro del Heinkel 25-4. Once segundos después de haber lanzado las bombas desde unos 600 metros de altura (tiempo en que el aparato recorría 1 km.), su carga de bombas combinada cayó en una zona que se extendía desde la fábrica de dulces cercana al puente Renteria hasta las proximidades del restaurante Arrien.
 Unas cuantas bombas incendiarias cayeron sobre las cincuenta muchachas que trabajaban en la fábrica de dulces. Explotaron produciendo cegadores relámpagos blancos, y luego ardieron con enorme potencia, esparciendo fragmentos de thermit rojos y blancos. El gerente de la fábrica, Rafael Herran, salio de su despacho justo a tiempo para ver que una cascada de chispas envolvía a una de las muchachas y prendía su bata y su cabello. Instantes después desapareció en una bola de fuego. Tosiendo y casi ahogándose por el espeso humo, huyó de la fábrica.
 En el mercado se incendiaron puestos de venta y animales. Murieron personas y animales, quemados o ahogados por el humo. El incendio se propagó rápidamente por los techados de lona. Una de las primeras bombas impactó directamente en el único carro tirado por caballos de bomberos que había en la ciudad. Los incendios no se podrían apagar.
 Cuando Von Moreau regresaba a Burgos con su escuadrilla, en el campo de Vitoria, los diez HE-51, mandados por el capitán Franz Lutzov, estaban a punto de encender motores. En el campo de Burgos, los JU-52 calentaban motores. Muy pronto, 23 aparatos estuvieron listos para operar. A las 17:10 el suboficial de tierra dio la orden en Vitoria para que despegasen los cazas. Formaron y se dirigieron al norte. En Burgos, despegaron los bombarderos
 Los He-51 llegaban y se disponían a atacar. Cinco pares se acercaban a 60 metros de altura. Cerca del puente Renteria, deshicieron la formación. Ocho aparatos se dirigieron al centro de la ciudad y los otros dos, disparando sus ametralladoras, siguieron la línea férrea. Cuando los cazas llegaron a la plaza de la estación, que se encontraba abarrotada, dejaron caer sus bombas incendiarias. Algunas provocaron incendios en la calle Fernando el Católico.
 Antonio Arzanegi cargaba con una joven oficinista herida y la llevaba a casa de Jacinta Gómez sabiendo que esta cuidaría de ella. En aquel momento, un HE-51 comenzó a ametrallar la calle. Vio como Jacinta retrocedía por los impactos recibidos. Sus tres hijos corrieron hacia la madre muerta. Un segundo heinkel los acribillo con una prolongada ráfaga de ametralladora. Otros dos HE-51 descendieron sobre la plaza del mercado y según testigos presénciales “peinaban sistemáticamente todo el terreno. Dieron varias pasadas, rodeándola unas cuantas veces como si fuesen perros pastores que intentasen agrupar a las personas”. Varios muertos eran de la banda de música que, momentos antes, estaban dando un concierto. Dentro de los escombros de los edificios, se oían los gritos de lamento y socorro de las personas sepultadas que, poco a poco, se iban apagando. A 400 metros, entre los pilares del intacto puente de Renteria, varias personas se refugiaban de los ataques aéreos. Les pareció un sitio seguro ya que hasta el momento, ningún avión había descargado sobre el bomba o ráfaga alguna. Los cazas se retiraron después de unos 30 minutos, al haber agotado sus municiones e ir justos de combustible. Al alejarse del valle, en Gernika se elevaban columnas de humo.

Desde la 18:00 horas hasta medianoche.

 Cuando Von Richthofen y Asmus alcanzaron la cima del monte Oiz, otras altas montañas, les impedían ver la zona de operaciones. Decepcionados, los dos hombres descendieron al llano.
 Sobre las 18:00, la fuerza principal de bombardeo (23 JU-52) navegaba hacia el norte, ocupando varios kilómetros de espacio aéreo. Entre todos, transportaban 50.000 Kg. de bombas para destruir el aun intacto puente de Renteria.
 En el convento de las Carmelitas, los heridos abarrotaban el área de recepción y después se extendían por  los pasillos de la planta baja. Las plantas superiores también estaban abarrotadas (en días anteriores, habían recogido soldados heridos del frente).
 A las 18:10 los cazas aterrizaron en Vitoria. Los mecánicos se dieron prisa en reabastecerlos de combustible y munición. Los pilotos se reunieron para cambiar impresiones sobre la misión. Todos convinieron en que el polvo y el humo constituían enormes desventajas y dificultades y que las carreteras al este de la ciudad se encontraban sorprendentemente desiertas.
 En la puerta de la iglesia de San Juán, había una cámara de fotos montada en su respectivo trípode. El padre Eusebio había intentado retratar aquel día la iglesia, antes del bombardeo. Cuando vio avanzar la primera cadena de JU-52 hacia la ciudad, sintió un impulso irrefrenable y como declaró mas tarde, su único pensamiento fue “lograr pruebas positivas de este terrible acto de profanación de nuestra ciudad santa”. Tras la primera cadena de 3 JU-52, “el cielo de la tarde aparecía lleno de aviones de bombardeo hasta donde podía alcanzar la vista”. Hizo una foto, sacó la placa y huyó.

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Foto tomada por el padre Eusebio

 A unos 10 Km. de Gernika, los aviones de la primera escuadrilla de Von Knauer bajaron sus potes y los nueve bombarderos descendieron a su interior para dirigir los bombardeos. Volaban hacia la villa a tres kilómetros por minuto.
 Detrás, el staffel de Von Beust trazaba el círculo que indicaba el punto final de giro. Elanchove. La escuadrilla nº 3 del capitán Von Krafft todavía volaba más allá del monte San Miguel.
 Los Junker volaban más alto que los Heinkel, por lo que Juan Plaza no pudo ver como salían las bombas de los aviones. Pero a kilómetro y medio de distancia, en la carretera de Marquina, oyó las explosiones que sacudieron todo el valle. Luego contempló enormes columnas de humo que se elevaban sobre Gernika
 En la ciudad Juan Silliaco vio a un hombre por la calle, agarrándose las piernas fracturadas y gritando: ayudadme, por favor, ayudadme. Al poco desapareció en compañía de algunas vacas huidas de los corrales. Una bomba los hizo literalmente volar en pedazos. Las bombas caían sin cesar y la tierra temblaba bajo mis pies. Salió corriendo y tuvo fortuna. Una bomba calló cerca de el, derribando un edificio que lo sepultó vivo. Pero, a su vez, el suelo se había rajado y callo en el hueco de una tubería, que le dio el espacio suficiente para no ser aplastado por la masa de maderos y ladrillos.
 “Muy cerca de mí, entre los escombros, había una joven. No podía apartar mis ojos de ella. Los huesos sobresalían por su vestido. Tenía el cuello retorcido. Yacía con la boca abierta y la lengua colgando. Vomité y perdí el conocimiento”
 Julio Bareño y su esposa no estaban a mas de cien metros de la residencia Calzada, cuando esta última recibió un impacto directo. La pareja quedó paralizada de horror cuando el edificio lleno de huérfanos y ancianos explotó ante sus ojos. La onda expansiva les derribó. No los salvó la cruz roja bien grande que había en el tejado.
 Antonio Arzanegi se tambaleaba en el cruce de las calles Santa Maria y Azoquecalle No sabia como había llegado hasta allí. A 90 metros de distancia (posteriormente lo midió con exactitud) estaba un débil refugio de feo aspecto., en medio de la calle Santa Maria, con 150 personas en su interior. “Un largo rosario de bombas cayó a lo largo de la calle. Una tras otra, en fila, como un mazo de naipes, las casas comenzaron a derrumbarse. Las vi caer con estruendo que incluso apagaba el de los motores de los aviones. El refugio se esfumó. Todas las explosiones parecían sonar al unísono.
 El jefe de escuadrilla Von Beust, en el 22-70, consideró imposible identificar cualquier objetivo. Muchos más años después, recordaría:
 “Vi caer las bombas de la primera escuadrilla. Cuando nosotros estuvimos sobre el blanco, la ciudad se hallaba totalmente oscurecida por el polvo que habían provocado las primeras explosiones. El aire se hallaba muy seco y supongo que las carreteras estaban sin pavimentar. Tuvimos que soltar nuestras bombas como pudimos. No podíamos dejar de lanzarlas porque hubiera sido un terrible peligro para nosotros aterrizar cargados de bombas, pero el oficial navegante no pudo distinguir donde habían caído las bombas”.
 Los habitantes de Lumo contemplaron sobrecogidos el ataque aéreo que tenia lugar unos cientos de metros mas abajo, en el valle. Pero poco a poco fue extendiéndose una nube de humo que ocultó por completo la población.

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Foto tomada por Von Krafft durante el vuelo de regreso de la escuadrilla Nº3

 Detrás de Von Beust, el jefe Von Krafft condujo a sus bombarderos hacia el mar, penetrando en este mucho más que los otros. Después giro hacia el sur de nuevo, dejando un espacio entre el y el ultimo aparato de la escuadrilla Nº2, de aproximadamente 7,5 km. En aquel momento, cuando se disponía al ataque, Von Krafft “no pudo ver la ciudad. Sólo una densa capa de humo que derivaba hacia el sudoeste”. Pero Von Krafft localizó el puente de Renteria, que aparecía despejado de humo. Se llevó a cabo el bombardeo. Ni una sola bomba alcanzó el puente.
 Sobre las 18:40 la escuadrilla de 6 Bf-109 bajo el mando de Knuppel despegó de Vitoria. Apenas necesitaban 10 minutos para llegar a la ciudad. Antonio Arzanegi los vio llegar y buscó refugio en una zanja. “Un grupo de hombres y mujeres, así como algunos soldados venían por la carretera. No pudieron hacer nada. Murieron todos en cuestión de segundos”. Realizaron varias pasadas “Volando bajo, disparando sin cesar de norte a sur y sobre la ciudad”. Los HE-51 volvieron a presentarse sobre las 19:00 horas. Nadie comprendía por que habían vuelto. La ciudad se hallaba virtualmente destrozada. Las balas rebotaban sobre los escombros. Juan Arrien Monasterio les contempló: “dando varias pasadas y ametrallando sin cesar. Algunas veces volaban de dos en dos. Otras, formando una larga línea y también en orden cerrado. Era como si estuviesen ensayando nuevos movimientos. Debieron disparar miles de balas durante el proceso”.

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Curva de la carretera que conduce al pueblo vecino de Lumo.En esta curva fueron ametrallados muchos civiles.

 A las 19:30 los HE-51 dieron una pasada final a toda la ciudad y volvieron a su base. Había terminado el ataque contra Gernika. La ciudad ardió durante varios días y multitud de gente quedó sepultada bajo los escombros. El puente quedó intacto.

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Iglesia de San Juan

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Frontón de Gernika

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Varios edificios de la ciudad tras el bombardeo y extinción de los incendios.
« Última modificación: 12 Diciembre 2011, 23:23:09 por Tokarev » En línea

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« Respuesta #6 : 01 Diciembre 2011, 18:57:00 »

El bombardeo de la ciudad de Gernika a existido solamente en la fantasia de los vascos,franceses e ingleses.
 Corriere de la sera.4 Mayo 1937.
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