Hola a todos, soy nuevo en el foro. Os dejo aquí la historia de un hombre de acero: Feodor N. Smekhotvorov, comandante soviético no muy conocido pero clave en la defensa de Stalingrado. (La historia está sacada, con total permiso, de aquí: Para ver el contenido hay que estar registrado.
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Espero que os guste, camaradas.
El comandante Fedor Nikandrovich Smekhotvorov y la importancia del liderazgo soviético en la Batalla de Stalingrado.
F. N. Smekhotvorov (1900-1989)
A pesar de los esfuerzos soviéticos, para finales de septiembre las tropas alemanas controlaban gran parte de la ciudad de Stalingrado y amenazaban con capturar la Fábrica Octubre Rojo, lo que supondría la partición del 62º Ejército Soviético en dos. Afortunadamente, llegaron refuerzos. La noche del 27 de septiembre, la 193a División, al mando del comandante Feodor Smekhotvorov, cruzó el Volga. Sufriendo gran cantidad de bajas, las tropas soviéticas restantes consiguieron llegar a la orilla y se prepararon para tomar posiciones cerca de la Fábrica Octubre Rojo.
Smekhotvorov estableció rápidamente su cuartel general cerca de la orilla del Volga y planeó un plan de batalla, que más tarde entregaría a sus comandantes de regimiento. Las interrogaciones de varios prisioneros alemanes revelaron un escenario preocupante: Tres divisiones de infantería alemana y una División Panzer se estaban reagrupando para atacar con fuerza en la mañana siguiente. Su objetivo; capturar la Fábrica Octubre Rojo.
"Su intención estaba más que clara", comentaría Smekhotvorov,
"empujarnos al Volga. Los Nazis no habían logrado hacerlo en el centro de Stalingrado – ahora estaban doblemente decididos a tener éxito".Al mismo tiempo, los hombres de las 193a División empezaron a desplegarse en medio de las ruinas de Stalingrado. Su comandante observó su progreso desde el piso superior de su cuartel general.
"Al cabo de un tiempo, mis ojos se acostumbraron mejor a la oscuridad", comentaría Smekhotvorov.
"Comencé a distinguir algunos de los edificios cercanos. Me di cuenta de dónde se movían mis hombres por los repentinos combates de fuego que estallaban y que luego se apagaban de nuevo".La mañana siguiente los alemanes atacaron. Al frente, la 193a División luchaba para contener el ataque:
"El enemigo lanzó todo contra nosotros – estaban decididos a capturar el asentamiento de los trabajadores junto con la fábrica de Octubre Rojo y llegar al Volga. Lanzaron masas de infantería y tanques, mientras su aviación, en grupos de veinte a treinta aviones, bombardeaba continuamente nuestros áreas de primera línea y suministro. Las explosiones sin parar de bombas y proyectiles hicieron que todo temblara y se derrumbara. El asentamiento estaba en llamas – y parecía que la tierra misma sacudía y quemaba."Chuikov, al mando del 62º Ejército que defendía la ciudad, recordó y rindió homenaje al comandante de la 193a División:
"En la lucha más encarnizada, Smekhotvorov nunca mostró ningún signo de debilidad o confusión. Todavía puedo recordar su voz mesurada, mientras cientos de aviones alemanes volaban sobre su división y los proyectiles enemigos estallaban alrededor de sus hombres. En una conversación telefónica con él, uno podía escuchar, en el fondo, el sonido de las sirenas de los bombarderos en picado del enemigo. Sin embargo, él permaneció completamente tranquilo."Esta calma fue vital, más aun al estar dicha posición del frente en una situación dramática. El mismo Smekhotvorov reconoció que únicamente durante el 28 de septiembre, las perdidas eran tan altas que "nuestras unidades de rifles y tanques ya no podían mantener una línea de defensa coherente". En las siguientes veinticuatro horas, los tres comandantes del regimiento de la 193a División y otros tres comandantes de batallón habían muerto en combate.
La desesperada orden de Chuikov emitida el mismo 28 de septiembre describe con exactitud y crudeza la gravedad de la situación:
"Debe explicarse a todos los soldados que el Ejército está luchando en su última línea de defensa – no puede haber más retirada. Es deber de cada soldado y comandante defender su trinchera y mantener su posición – ¡Ni un paso atrás!"La carnicería continuó. Para el 1 de Octubre, la división de Smekhotvorov – que llegó a Stalingrado con 5,000 hombres – apenas contaba ya con 600. A menudo, los soldados del Ejército Rojo, la mayoría con poca experiencia, tenían grandes dificultades para contener los ataques de tanques enemigos.
"Debo admitir que en esta etapa de la batalla nuestros soldados tenían mucho miedo a los tanques alemanes." confesaría un soldado soviético:
"No pensábamos que teníamos una buena forma de luchar contra ellos. Nuestra artillería pesada estaba en la otra orilla del río. Teníamos cañones antitanque, complementados con rifles especiales, equipados con tubos de 2-3 metros de largo y estos eran efectivos contra tanques ligeros. Pero nuestras granadas antitanque eran pesadas y difíciles de tirar desde la trinchera, y su alcance era de solo unos 15-20 metros. Los cócteles molotov eran difíciles de usar adecuadamente. Eran efectivos hasta un rango de 20-25 metros, pero era muy difícil tirarlos tan lejos. Cuando ganamos más experiencia en la lucha contra tanques en espacios pequeños, no abríamos fuego hasta que se acercaban, pero imagina esperar allí mientras un enorme tanque retumba directo hacia ti ..."Alexei Voloshin, de la 10a División de la NKVD, diría sin rodeos:
"Mi corazón se hundía cuando los tanques avanzaban hacia nosotros y tenía que esperar hasta que se acercaran lo suficiente para abrir fuego. No podía mostrarles a mis hombres que estaba asustado. Pero era solo cuando el tanque era abatido y se encontraba llamas que podía recuperar algún tipo de equilibrio."Viktor Katashev, de la 193a División, recordó años más tarde un ataque alemán en la Fábrica Octubre Rojo (finalmente repelido gracias a la ayuda de un grupo de soldados de un batallón cercano):
"Una nube de polvo pronto apareció por el oeste. Venían tanques fascistas, y detrás de los tanques, infantería. Varios de los tanques giraron y comenzaron a dirigirse directamente hacia nosotros. Es difícil describir los sentimientos de un hombre en momentos como este. Hay un ruido continuo en el aire, el suelo parece estar vivo. Los tanques disparaban a medida que avanzaban, con todas las armas que tenían. Los proyectiles y las minas se descargaban cerca de nosotros. Miles de astillas y balas volaban por el aire."A pesar de enfrentarse a un enemigo más experimentado y superior en fuerzas, los soldados del Ejército Rojo siguieron resistiendo, en ocasiones de forma heroica. Un ejemplo de ello es Mikhail Panikakha (1914-1942), un soldado de la 193a División caído heroicamente en combate mientras repelía un ataque enemigo:
"Su posición fue atacada por tanques. Los marines recibieron al enemigo con un feroz fuego de rifles antitanque y granadas. Los alemanes tenían ventaja numérica y se lanzaron hacia adelante. Sus tanques atacaron la trinchera en la que se encontraba Panikakha. Durante la pelea, se quedó sin granadas. Mirando a su alrededor, vio dos cócteles Molotov. Salió de la trinchera e intentó encender uno de ellos – pero la botella se rompió de golpe. El líquido lo encendió. Parecía una antorcha líquida cuando se lanzó hacia el tanque. Se dio cuenta de que no sobreviviría. Un último pensamiento lo conmovió – destruir un tanque alemán. Cuando el vehículo estuvo lo suficientemente cerca, Panikakha corrió hacia delante – sin prestar atención al dolor infernal – y golpeó la segunda botella sobre el motor."Mikhail Panikakha (1914-1942)
La heroica muerte de Panikakha y su coraje mostrado en combate no tardó en correr por las trincheras soviéticas. Su historia afectó profundamente al ejército e inspiró a otros soldados a sacrificar sus vidas para derribar a la mayor cantidad de enemigos posible.
"Hubo muchos Panikakhas en Stalingrado", diría un soldado soviético años más tarde: "La historia primero circuló de boca en boca, luego recuerdo haberla leído en nuestro periódico. Poco después se sacaron folletos. Se sintió que el desesperado heroísmo de Panikakha encarnaba el espíritu de la orden de Chuikov: resistir firmemente la embestida alemana, costara lo que costara – y aguantar hasta la muerte"El sacrificio de Panikakha fue heroico, más aun por el hecho de que su regimiento, el 883º, se quedó sin liderazgo efectivo. El primer batallón de Panikakha había sido abandonado, teniendo que hacer frente a los alemanes sin órdenes ni instrucciones claras: ¿Que había pasado?
La respuesta la encontramos en la vulnerabilidad y riesgos de los comandantes del frente. A menudo, durante los intensos combates, la mayoría de comandantes de regimiento se encontraban en primera linea, muy cerca del enemigo e incluso luchando propiamente contra él. Con tal nivel de exposición, los diferentes comandantes – claves para la organización defensiva – se volvieron terriblemente vulnerables.
El mismo regimiento de Panikakha llegó a perder tres puestos de comandante en solo un día, al ser destruidos uno detrás del otro. La necesidad desesperada de reservas conllevaba la llegada caótica de refuerzos y la creación precipitada de puestos de mando, muchos de ellos sin la suficiente preparación o protección. El mismo día de su llegada a la ciudad (28 de septiembre), el cuartel general del regimiento fue objeto de fuertes bombardeos. El día siguiente fue trasladado, no sin antes recibir fuego directo de mortero. Ocho miembros del regimiento murieron, entre ellos el capitán Nasteko. El comisario se puso al mando y movió otra vez la posición del cuartel. Inmediatamente, un ataque de artillería lo destruyó, matando al comisario. La mañana del 30 de septiembre llegaría como remplazo el Capitán Martinov e intentó, de nuevo, restablecer el cuartel en otra posición. Pero fue inmediatamente atacada por el enemigo y Martinov murió a causa de sus heridas.
Después de tres intentos, el cuartel fue finalmente trasladado al sótano de un edificio cercano, aunque sin lograr restablecer el control efectivo del regimiento. Su nuevo comandante, hallado en el sótano, se encontraba en estado de parálisis y, según el diario del regimiento,
"perdió el control del regimiento a causa de su irresponsabilidad y embriaguez".Mientras el regimiento de Panikakha – abandonado, sin órdenes ni refuerzos – defendía la embestida alemana, su nuevo comandante se emborrachaba en un sótano de Stalingrado. Por si fuera poco, algunos civiles, abrumados por la aparente desesperanza de su situación y viendo la victoria alemana como inevitable, optaron a colaborar con el enemigo.
"En muchos casos, nuestros ciudadanos están ayudando al enemigo y incluso informando sobre la ubicación de nuestras tropas. (...) Esto permite a los alemanes seguir bombardeando con efectividad"Finalmente, el 2 de octubre el comandante Smekhotvorov restableció el orden, apareciendo en el puesto de mando con una escolta de ametralladoras para averiguar qué estaba pasando. El ebrio comandante fue inmediatamente destituido y reemplazado por el comandante de entrenamiento de la división, el teniente Osyko. Fue durante esta visita donde Smekhotvorov escuchó por primera vez sobre el heroísmo de Pankikakha, pero también el terrible hecho de que estos hombres habían sido abandonados frente al ataque alemán.
Smekhotvorov se dio cuenta de que la efectividad del liderazgo en Stalingrado dependía de la comunicación entre los comandantes de división y comandantes regimiento. No tardó en tomar medidas:
"Smekhotvorov cambió el sistema que utilizábamos, reconociendo que las demandas de los combates urbanos suponían una carga demasiado grande para el personal del regimiento. La tensión acumulada de sus responsabilidades, llevada a cabo en condiciones atroces, junto a los repetidos enfrentamientos con el enemigo en primera línea, era simplemente demasiado grande. Los hombres estaban quemándose por la fatiga. (...) Al observar esta problemática, Smekhotvorov decidió emplear un sistema de rotación. Cuando vio que un regimiento perdía energía o fuerza, enviaba a los comandantes y su staff a la orilla del Volga unos días mientras empleaba otros refuerzos".Este sistema de rotaciones podría traer, sin embargo, ciertos riesgos. Algunos soldados podía molestarles el hecho de sus superiores se tomaran descansos mientras ellos seguían luchando. Pero Smekhotvorov lidió con la problemática de frente, discutiendo la situación directamente con sus hombres:
"Lo convirtió en un proceso democrático y escuchó las opiniones de sus soldados. Elaboró sus propuestas, preguntándoles quién podría realizar un recambio adecuado, y a veces actuaba según sus recomendaciones. Las tropas se sintieron parte de lo que estaba sucediendo.Según el teniente Mereshko, Smekhotvorov representa una figura crucial sin la cual no puede entenderse la batalla de Stalingrado:
"Muy poco se ha escrito sobre él, en comparación con otros comandantes de división más conocidos, pero tuvo un enorme impacto en la batalla. Era un hombre modesto, sin pretensiones, pero increíblemente valiente. Después de que su división se mudara al distrito de la fábrica, se dio cuenta de que la comunicación con las tropas cercanas se interrumpía debido a la intensidad de los combates. Esa noche caminó a lo largo de la línea, acompañado por unos pocos soldados, y visitó personalmente los puestos de mando cercanos para discutir los métodos de combate con ellos así como coordinar adecuadamente la defensa."Chuikov elogió la inteligencia, creatividad y toma eficaz de decisiones de Smekhotvorov, así como su gran conocimiento de la guerra moderna. Esas cualidades relucieron durante la primera semana de octubre de 1942, cuando, a pesar de la terrible embestida alemana, logró contener a las formaciones de tanques enemigas al introducir un eficaz sistema de defensa en profundidad.
El sistema, estructurado a partir de tres lineas defensivas escalonadas, estaba pensado para frenar, atacar y dañar el máximo al enemigo. En el caso de que los tanques alemanes lograsen atravesar una primera linea, se tendrían que enfrentar a una segunda y, posteriormente, a una tercera.
La primera linea de defensa la formarían soldados armados con granadas y cócteles Molotov. Escondidos en pequeñas grietas, recovecos o trincheras, esperarían hasta que los tanques estuvieran a la distancia adecuada para abrir fuego. A unos 50 metros detrás se encontraría la segunda línea de defensa, formada esencialmente por soldados armados con rifles antitanque. Finalmente, a otros 50 metros detrás, se encontraría la tercera y última linea defensiva, formada por armamento antitanque de mayor calibre. A su vez, ametralladoras pesadas y grupos de fusileros cubrirían los flancos, evitando así infiltraciones por parte de la infantería enemiga. Para dificultar aun más el avance enemigo, se colocarían obstáculos entre las diferentes líneas defensivas, principalmente minas o alambrado.
El sistema no tardó en dar buenos resultados. El diario del 883º regimiento declaró con orgullo que, por primera vez, se había organizado un sistema de defensa capaz de detener las formaciones blindadas del enemigo. A partir de entonces, este modelo de defensa fue el estándar para el conjunto de fuerzas soviéticas de la ciudad.
Para reforzar aún más el nuevo sistema, Smekhotvorov no dudó en hacer uso de la artillería. Cuando las formaciones alemanas eran atrapadas (ya sea debido a los obstáculos o al propio fuego soviético), los observadores ordenaban ataques masivos de artillería. Mikhail Rabinovich era uno de ellos:
"Smekhotvorov nos colocó en puestos de observación avanzados, justo a lo largo de la línea de defensa – el mío estaba en un edificio escolar en el asentamiento de trabajadores del sector Octubre Rojo. Nuestra tarea era corregir nuestros ataques de artillería y hacerlos lo más precisos posible. Estaba armado con una ametralladora, granadas y cócteles Molotov, para así apoyar a nuestra infantería cada vez que los alemanes atacaran"Smekhotvorov se dio cuenta de que el heroísmo de soldados como Panikakha no era por si solo suficiente. Era necesaria una organización y protección acorde con las fuerzas y circunstancias del momento. Sin esa protección e organización, los ejemplos individuales de valentía, por muy gloriosos que pudieran llegar a ser, en última instancia serían inútiles contra las embestidas enemigas.
Sin el liderazgo, eficacia y determinación de figuras como Chuikov, Rodimtsev o Smekhotvorov no puede entenderse la resistencia y posterior victoria soviética en Stalingrado. Estos comandantes soviéticos eran hombres valientes que buscaban motivar a sus hombres para que luchasen hasta el final. Las muestras de heroísmo, siendo la de Panikakha la más conocida, eran utilizadas para animar, motivar y reforzar aún más la moral de sus soldados. No toleraban, de la misma forma, ninguna muestra de cobardía. Y es que para los defensores de Stalingrado no había margen de retirada, no había margen de error: No había tierra al otro lado del Volga.